La Araucaria
Temuco,  noviembre de 1992.

Araucaria del Pehuenche,
verde flor de cordilleras blancas.
Lentamente te despojas de la noche,
para aparecer esbelta y muda en las mañanas.

Besas la nieve blanda que se duerme
cuando cae sobre tus ramas.
Como brazos maternales acunando la calma
sobre la tierra del Pehuenche que amas.

El viento hace volar tus corazas,
clavándolas como dagas sagradas en el cielo.
Así caen las aguas milenarias,
como lenguas luminosas a las raíces enterradas.

Una estrella se ha enamorado de tu alma
Perpetuándose en el frío que te abraza,
La noche te regala siglos y recuerdos
De esa estrella cuya luz te reclama.

El aliento de tu sombra baja al océano,
donde nada la distancia y el tiempo
recorrido junto al silencio.
De esos  inviernos sagrados,  que no conocemos.

Tu mirada vigila los volcanes
Y enciende el color de las montañas.
Todos te nombran más allá de las primaveras,
Porque vives y reinas como una flor eterna.

Dulce niña amiga del cautín,
Hermana de copihues y digüeñes.
Enamorada cordillerana,
Hermosa flor elevada.